El término "mudrá" en sánscrito significa
"sello"
o "gesto".
Estos gestos realizados con las manos forman parte del lenguaje gestual tanto
del Yoga como de los estilos de danzas clásicas de la India, cuya raigambre se
encuentra en la antigua tradición tántrica.
Tienen tres características fundamentales de las cuáles se desprende toda la
importancia de la técnica: son reflexológicos, simbólicos y magnéticos.
En el Yoga son utilizados a modo de llaves para
acceder a determinados sectores del insconsciente colectivo (aquél espacio
sutil en el cual están almacenados los conocimientos y hechos de la humanidad
desde sus inicios).
Es realmente una técnica magnífica para operar cambios
de forma volutiva, ya que actúan en nuestro organismo por asociación neurológica
y condicionamiento reflexológico: a través de un gesto podemos interferir en
nuestros condicionamientos y alterar ciertos estados de consciencia. De aquí se
desprende su característica reflexológica,
puesto que desencadenan una sucesión de estados de consciencia y de estados
fisiológicos asociados a los primeros. Para poner un ejemplo práctico: cuando
realizamos Shiva Mudrá,
nos tornamos más receptivos, cuando realizamos Anjali
Mudrá, desencadenamos un estado de Yoga dentro nuestro, dos
gestos que activan un sector del registro akásico relacionado con un yoga
ancestral, realizado desde hace tantos años, por tantos maestros y
practicantes, que con sólo ponerlo en práctica podemos sentir sus efectos.
Al aspecto reflexológico debemos sumarle el magnetismo, y es que son cuestiones que van de la mano: nuestro
cuerpo posee magnetismo y polaridades. Por él el prana fluye en cantidad y
calidad diferentes según las distintas áreas. Nuestras manos cuentan con 37
(treinta y siete) chakras menores, vórtices energéticos que, de acuerdo a cómo
modificamos la disposición y combinación de los dedos generan diferentes
reacciones electromagnéticas. Es así como utilizamos los mudrás, otro ejemplo,
en los pránáyámas, para cerrar circuitos electromagnéticos y evitar que la
energía se disperse y -mejor aún- dirigirla de acuerdo con la técnica que esté
realizándose. Un mudrá muy usado en éste sentido -y en ésta técnica- es Gñana
Mudrá.
A los dos aspectos anteriores debemos sumarle la característica
simbólica, por lejos mayormente utilizada en las danzas
clásicas de la India. En las danzas como en el Yoga entran en juego
conjuntamente con el aspecto reflexológico, ya que son gestos arquetípicos,
pero también podemos encontrar gestos únicamente simbólicos (esto depende de los
autores y de los maestros), como en el caso de Matsya
Mudrá. Y
por citar un ejemplo de un gesto reflexológico y a su vez simbólico, menciono
uno de mis más preciados: el Shiva Lingam Mudrá.
Cómo último punto teórico hay que mencionar la forma
de ejecución: aquellos mudrás que son realizados con una sola mano se denominan Asamyukya
Hasta Mudrá, aquellos
que son ejecutados con ambas manos se denominan Samyukta
Hasta Mudrá.
La clave está, pues, en conocer el sema de cada sello,
cómo y cuándo se emplean, cómo nos alineamos con ellos - o no - de acuerdo a
nuestra propia naturaleza. La selección de una bibliografía seria y de una
investigación profunda se vuelve fundamental. Consultar en clase, también. Pero
lo más importante, algo que nunca podemos olvidar
cuando realizamos un mudrá, es su vivencia, algo tan personal
como intransferible... citando al Abhinaya
Dárpana:
“Donde
va la mano van los ojos, donde van los ojos está la atención, donde está la
atención está la energía y con ella el éxtasis vibrante”
María de la Cruz Rojo
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